Mederos: “El tango ha desaparecido como hecho cultural”

El bandoneonista y compositor Rodolfo Mederos aseguró que "el tango, como hecho cultural, ha desaparecido", y afirmó que en esta época de "vacuidad artística" su misión es la de obrar como un "eslabón" para transmitir "lo que ya no es" a las nuevas generaciones.


Mederos, de 70 años, creador indispensable en la historia del género, sostuvo que el tango, por naturaleza, "no es una música para la diversión" y, por lo tanto, "ha quedado apartada de la sociedad de consumo".

"He vivido una etapa en la que el tango era materia viva. Pero no soy ingenuo. Como hecho cultural, desapareció. Y no es algo que vaya a recuperarse con un festival por año en la avenida 9 de Julio", expresó en una entrevista con Télam.

En ese sentido, Mederos, identificó al tango como "una suerte de un bicho pre-histórico" y precisó que su función, por haberlo conocido en vida, "es la de traer al presente sus esqueletos, mostrar cómo fueron; contar qué hacían aquellos músicos; por qué tocaban como tocaban; cómo organizaban los arreglos".

El bandoneonista, que integró formaciones con otras figuras centrales de la música popular como Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla, advirtió que el deterioro que alcanza el tango también se ha irradiado a otros campos.

Confesó, en ese punto, que se encuentra atravesado por "una sensación de vacuidad artística. Puntualizó que "no ve, como en los 60` o `70, que se produzcan hechos artísticos trascendentes"; y señaló que esa situación también se expresa, por caso, en el folclore y la música moderna.

-A pesar de su mirada crítica sobre el presente del tango, Ud. mantiene una firme actividad docente. ¿Eso supone que tiene una actitud de esperanza hacia las generaciones más jóvenes?
-Mi mirada no es ingenua. Lo que no quiere decir que lo que hago no lo haga con pasión. El tango es una suerte de bicho pre- histórico y hoy nos hemos apartado de él para entregarnos a la música anglosajona, que siempre fue el centro del poder. Tengo una sensación de vacuidad artística, o al menos musical.

Hay una vuelta al pasado, pero con desconocimiento de ese pasado. Trayendo el tango a jirones. En el folclore me parece que tampoco está pasando nada. En la música contemporánea tampoco me entero.

-¿Pero hay músicos jóvenes que van al encuentro de las esencias y raíces que tuvo el tango?
-Hay un grupo de jóvenes genuinamente interesados; grupo que tampoco es tan grande. Algunos de cierto renombre como Pablo Mainetti, que es un bandoneonista excepcional; Ariel Ardit y Lidia Borda, que son cantones genuinos y sinceros. También hay una gran cantidad de orquestas que, si bien tengo algunas diferencias desde lo conceptual, tienen un interés en (Osvaldo) Pugliese o (Aníbal) Troilo. Quizá estén en una etapa repetitiva. Pero está bien, es una etapa de la formación que no se puede saltear.

-Cuál es su relación con esos jóvenes?
-Siento que soy un eslabón que puede conectar aquello que pasó con la actualidad. Porque hay un abismo ahí, insalvable. En ese abismo está el Club del Clan. Lo que se escucha es esa basura y hay una generación que ha quedado huérfana. En el medio pasó una dictadura militar.

-El público, imagino, no ha quedado al margen de esa distancia cultural que Ud. señala. ¿Cuál ha sido el rol de los medios de comunicación en esa fractura?
-Hay dos tipos de medios: los que venden mentiras y los que intentan reseñar la realidad. Los medios son el brazo derecho de las multinacionales. Por suerte quedan algunos espacios que no han sido sometidos.

-Más allá de este presente en la Argentina, el tango es apreciado en diferentes latitudes. ¿Por qué es una música que funciona en lugares tan diversos?
-Es así, funciona en todos lados, aunque de distinta manera.

Los pueblos orientales son muy respetuosos y no aplauden hasta que se haya extinguido la última nota. Acá te aplauden en medio del tema si el público tiene deseo de hacerlo y está bien. Es un gesto latino.

Para el porteño el tango debe tener un valor emocional que para un noruego no. Y ellos tampoco deben entender bien la letra.

Así que la respuesta debe estar por el lado de los valores profundos y de los recursos del tango.

-Quizá ayuda la plasticidad que tiene el tango con respecto a otras músicas. Nadie toca, por ejemplo, el tango "Mano a Mano" con la sucesión de corcheas que dicta la partitura...
-Claro. La plasticidad que el tango le brinda al intérprete es fabulosa. Pocas músicas ofrecen esa posibilidad. A eso llamamos fraseo, a esa suerte de manejo de los valores de la música de modo tal que asumen una forma inescribible en el pentagrama.

En ese sentido, el tango es un hijo dilecto del romanticismo de Chopin. Ha sido parido a través de las estructuras del barroco, como se refleja en las variaciones; está impregnado de toda la época del clasicismo, por ejemplo en las estructura de la frase, en el discurso armónico.

Eso es Beethoven. Y además del espíritu del romanticismo europeo, a través de esa plasticidad. Ahí está Chopin.

Y es así que parece que las notas se atropellaran unas a otras para luego detenerse y esperar. Eso nos lleva a una definición de lo que el tango es: es el romanticismo latinoamericano tardío. Es nuestra música clásica, que muchos no entienden.

-¿Qué otras diferencias encuentra con respecto a otras músicas populares?
-Una diferencia es que el tango no es para divertirse, no es para distraerse, no es para entretener; que es algo que persiguen otras músicas populares. El tango habla hacia adentro en una sociedad que mira para afuera. Por eso ha quedado apartado de la realidad de la sociedad de consumo.
Por Mariano Suárez.

Fuente: Télam.

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