Apadrinados por Las Pastillas del Abuelo, la última revelación del rock barrial no deja tickets sin cortar.
El nombre de Salta la Banca surgió como un juego de palabras entre la
"S" de Santiago Aysine (voz) y la "B" de Beto Grammatico (guitarra).
"Primero se nos ocurrió Subi Baja. ¡menos mal que no quedó!", dicen y se
ríen. Al final, encontraron un nombre entusiasta: ir con todas las de
perder y dar vuelta el juego. Con una fuerte impronta acústica y
cancionera, debutaron un martes de 2007 en Makena, un pub de Palermo.
"Nos decían que éramos los Arjona del rock, que hacíamos letras para
minitas", recuerdan, sin complejos.
HISTORIA Empezaron como un dúo. Aysine
venía de Insoluble y Grammatico tocaba en Inmaduros del Carajo, pero
con el tiempo se fueron volcando a la distorsión y hoy son un sexteto
con teclados, saxo y armónica. "No nos consideramos una banda de rock,
no nos interesa pertenecer a ningún género: tocamos los estilos como se
nos canta", dicen. En 2011, compartieron cartel con Las Pelotas, La Vela
Puerca y El Bordo en el festival Zona Rock y llenaron Groove para la
presentación de su segundo disco, Seremos. Pero su escalada
no terminó ahí: también agotaron tickets para una serie de tres shows en
La Trastienda Club y en un teatro de Colegiales, y se convirtieron en
revelación del rock barrial, cautivando al público de Callejeros y de
Las Pastillas del Abuelo. De hecho, Piti Fernández, el líder de Las
Pastillas, es una suerte de padrino del grupo y, a partir de ese
vínculo, le escribieron el tema "Trovador accidental". En su fórmula, se
juntan el gen chabón (amistad, familia, fútbol y cerveza) con noches en
La Reina y vacaciones en la Costa Atlántica.
ROCK POST-CROMAÑÓN Ningún integrante
tiene más de 30 años, y de una forma muy concreta representan a una
generación de músicos post-Cromañón: Aysine es sobreviviente de la
tragedia y, para el primer disco oficial de la banda (Ya no somos dos ahora,
2009), compuso una canción que tituló "Que no se repita", con un
recitado de Bertolt Brecht. Dice que la escribió en una época "muy
heavy". Que todavía tenía ataques de pánico por lo que había vivido esa
noche del 30/12/04. Que le costaba salir de la casa. En su brazo
derecho, tiene tatuada una frase de la película V de Venganza: "Una
revolución sin baile no vale la pena". Es hijo de padres marxistas y,
durante la nota, cada tanto revisa su Twitter para seguir las
repercusiones que tuvo el último discurso de la Presidenta ("sólo sigo a
pensadores de izquierda", asegura). Cuando no tiene shows con SLB, toca
por su cuenta "para juntar un mango", anunciándose un día antes por
Facebook. Para él y su grupo, lo que antes era el boca a boca, hoy es el
muro a muro. "Nunca hicimos un flyer", se jactan. "Nos gusta mucho
tocar: los shows no bajan de dos horas."
CONTENIDO Con letras que están entre
Silvio Rodríguez y Joaquín Sabina, la bajada de línea es una constante
en el repertorio de esta banda. "El 95 por ciento de las canciones son
mías", aclara Aysine. "Me la paso buscando un ensamble entre el lenguaje
técnico y el de la esquina."
ESCENA En el contexto socio-rockero
que les tocó vivir, los seis coinciden en un diagnóstico: faltan bandas
grandes que marquen el rumbo, monstruos como en su momento fueron Los
Redondos, Los Piojos o Bersuit ("La Renga está pero no está", opinan
ellos). Quieran ellos o no, Salta la Banca forma parte del recambio
generacional. "Conocimos grupos que se plantean cuál es la clave del
éxito: la nuestra, justamente, es no planteárnosla. Nunca componemos
temas para pegarla, ¡ni siquiera tenemos un tema que dure tres minutos!
Nos chupa absolutamente un huevo", asegura el saxofonista Mauro
Ostinelli.
Los SLB hicieron el camino inverso al resto: primero lograron
convocatoria y recién después llegaron a la radio, grabaron un
videoclip o dieron entrevistas en grandes medios. Ahora la banda trabaja
en su tercer disco.
Por Nicolás Igarzábal