Bailando 2011, el show de Tinelli con 30 puntos sostenidos de rating, cataliza la verdad desnuda: el triple X llegó para quedarse en la televisión argentina.
Lo primero es ver que tenemos. Y tenemos: un desnudo completo, el
primero en sesenta años de televisión argentina, en la pantalla de Canal
13. Cinthia Fernández completa su rutina de strip-dance en el certamen Bailando 2011
y, en el remate de la coreografía, un plano largo la exhibe de frente;
entonces Cinthia imposta el descuido que le va a permitir mostrar, para
entretenimiento de la familia televidente, el centro apenas sombreado de
su entrepierna.
Qué más: tenemos la foto de Silvina Escudero, una imagen
de alta rotación en la que la vedette mira a cámara y sonríe mientras
bajo su sonrisa tiene un cumshot. En la cara de Silvina hay
una felicidad inexplicable, despreocupada del derrame, entregada a una
foto que primero va a negar pero con la que después va a terminar
remando una noche de chistes viscosos como invitada de La biblia y el calefón.
Está también Silvina Luna en la felación que los programas de todos los
canales de casi todos los horarios han reproducido pixelado mediante.
El pixelado es la pieza fundamental, el dispositivo medular para hacer
del porno un porno posible, hogareño, un porno que va con auspicio de
Garbarino. Decíamos, Silvina Luna en unos viñedos en algún valle de los
Estados Unidos, un novio casual y la ratificación de ese nuevo subgénero
del porno: el sexo casero en morbosa baja resolución, imperfecto y
auténtico, el porno amateur, la gente real que también coge. Y también
hay que anotar las fotos prohibidas de Juanita Viale y "Manguera"
Valenzuela, otro hit de 2011.
Pero resulta que te hartás y querés ver otra cosa. Buscás alguna serie como quien busca ponerse a salvo. The Walking Dead,
ponele. Y los zombis, frente a Silvina Escudero o Silvina Luna o
Juanita Viale, de golpe te hacen sentir mejor, más cómodo, y estás
exiliado de la televisión y sus oleaginosas cuando en un tris los zombis
desaparecen y de la nada (de-lana-da) hay dos que garchan,
desinteresados del cráter que le hacen al guión. Cambiás, y resulta que
en la serie medieval Game of Thrones también, todos están
todo el tiempo o asesinándose o cogiéndose, según el bloque. No es que
la pornografía esté bien ni esté mal. Es que está por todos lados.
Domingo a la noche. Guillermo López, para todos y para él mismo "el pelado de CQC",
encara a Mercedes Morán y le hace la nota divertidísima de siempre. Y
le dice: "Sabés que sos una milf". La Morán, que por un lado lo es pero
por otro tiene muy poco porno web encima, le pregunta qué significa. El
pelado traduce un poco libremente y le responde: "Madres que están para
darles". En todo caso, lo curioso es cómo una categoría del porno duro
surgida de las profundidades de Internet termina alegremente en la
pantalla de Telefe. El porno y sus trayectos.
La pornografía, con su bruta complexión de alto impacto,
era ese producto sigiloso, semioculto, convenientemente disimulado en
los fondos vergonzantes de los videoclubes. Era un consumo de
clandestinidad aparente y de John Holmes para acá, digamos hasta Rocco
Siffredi, nadie consideró nunca la posibilidad de que lo pornográfico
se extendiera desde sus territorios naturales y llegara, por ejemplo,
al prime time de la televisión abierta, siempre con el soporte de la
expansión web. Ahora, ¿qué significa la pornografía intoxicando con su
narrativa el discurso de los medios masivos? No lo sabemos. Para empezar
a entender, lo primero es correrse de la indignación: no se resuelve
nada ofuscándose con Hoppe y el Chato Prada, los productores de Tinelli y
el programa de los 30 puntos de rating sostenidos. Por ahí no es más
que la televisión buscando la frontera siguiente, como ha sucedido toda
la vida: en los 80, la revista Gente hizo una tapa que llevaba el título de "La TV chancha", y ahí la pornografía se llamaba Alberto Olmedo. En el 99, Espectador
publicó "Sexo en TV", y entonces el punto era que Chiche Gelblung había
puesto en vivo a un par de chicas mostrando las tetas. Ahora, después
del derrumbe del tabú vaginal, todos esperamos con ansiedad el siguiente
punto de quiebre en la historia.
Hubo una vez una pornografía clásica que consistía en la
exhibición de hombres maquinales fornicando con mujeres inverosímiles,
pero eso se acabó. El monstruo unimembre de la industria se transformó
en un cuerpo de rabiosa diversidad y entró a sacar novedosas,
sorprendentes versiones de sí mismo. En cualquier sitio triple X se
puede encontrar un scroll de categorías que van de la A de "Adultery
girls" a la Z de "Zoophilia", pasando por los fetichistas del cuero o
los adoradores de los pies descalzos. Tal vez el porno haya parido otra
subcarpeta. Tal vez tengamos que hacerle un lugarcito al nuevo porno
familiar.
Por: Alejandro Seselovsky