Mientras esperamos que aterrizaje en GEBA, echamos un vistazo al backstage de la imparable princesa pop.
En el backstage del Gwinnett Arena cerca de Atlanta, Katy Perry abre
la puerta de su camarín y se queda ahí de pie, irreconocible. "Entrá",
me dice. "Estoy a medio vestir: tengo puesto un sarong. Pero
entrá." Sus labios carecen de color o sustancia. Tiene los ojos chicos y
las mejillas pálidas. No es radiante ni pulcra, y no hay señales de su
famoso y abultado busto. Parece de 17, no de 26. ¿No será otra persona?
Acá pasa algo raro. Es como si me hubiera mandado a una doble menor de
edad para hacerme una broma.
Unos minutos después, se está probando el vestuario de la etapa norteamericana de su gira mundial California Dreams: un total 50 fechas (acá se presenta el 27 de septiembre en GEBA, en el marco del Pepsi Music 2011),
para la mayoría de las cuales se han agotado las localidades, incluida
la de esta noche, la importantísima noche del debut. El vestuario es
estrambótico y alocado, con estampados extraños, bizarras orejas de
gato, bolsas de algodón de azúcar, discos eléctricos giratorios. Todo es
"más grande, mejor, más abundante", como le gusta decir a Perry, quien
se ocupa minuciosamente de que cada uno de los conjuntos funcione
perfectamente. Quiere que le acorten un bretel, que cambien un sujetador
de gancho por un cierre relámpago. Entra al baño y sale vestida con
algo que se parece a una torta rogel. "Esto parece que se va a
desarmar", dice. Luego hace una inspección pormenorizada, y sus ojos se
detienen en unas muñecas de plástico sujetas a la parte de adelante del
vestido. "Saquen esas muñecas bizarras de acá", dice. "Ella no está
invitada al show, y su hermana tampoco." Parece estremecerse. "Ojos de
loca", dice ella. "Me dan miedito." Su estilista de siempre, Johnny
Wujek, asiente. Lo que ella pida, se hace. Todo tiene que ser perfecto y
armónico, y las muñecas con ojos de loca no son parte de eso.
Luego pasa a estudiar el video de su hit "Last Friday Night (T.G.I.F.)". Es el quinto sencillo de Teenage Dream, su segundo disco en tres años, que, al igual que One of the Boys
(2008, EMI), se ha convertido en multiplatino. Las estadísticas que
acompañan el éxito de Perry son bastante increíbles: los singles de One of the Boys, sobre todo "Hot N Cold" y "I Kissed a Girl", han vendido más de 20 millones de descargas digitales. Cuando Teenage.
se editó, en agosto del año pasado, arrancó en la cima de los rankings,
y todos sus singles -"California Gurls", "Teenage Dream", "Firework" y
"E.T."- también han alcanzado el número 1. Perry es la primera artista
que logra que una canción suya permanezca en el Top 10 de los Hot 100 de
Billboard durante un año entero. Fue nominada a cinco premios Grammy.
Se casó con el desquiciado cómico británico, ex adicto al sexo, Russell
Brand, y aparentemente se hacen muy felices el uno al otro.
Sus letras, o al menos siete palabras de una de sus canciones ("besé a
una chica y me gustó") han irritado a los mojigatos de derecha y a
buena parte de la izquierda, tan mojigata como la derecha. La han
acusado de ser excesivamente comercial y una inescrupulosa manipuladora
cultural, aunque ella siempre ha alegado inocencia, a pesar de seguir
haciendo temas como "Waking Up in Vegas" y "Peacock", y cantando versos
como "infectame con tu amor y llename de tu veneno". En resumen, es la
actual reina del pop rosa chicle, con un guiño astuto y una sonrisa
saludable y sabrosa. Si no entendés a Lady Gaga, a ella sí la vas a
entender.
Podés odiar su música con todo o amarla sin reservas. Te
puede encantar su voz o pensar que es producto de una máquina de
afinación del estilo Auto-Tune. Podés sentir la obligación moral de
denunciarla como un payaso de las corporaciones o alabar su
originalidad. Te puede gustar o excitar cómo se viste, bien retro,
extravagante, medio cabaretera, con cupcakes sonrientes y felices
encima, o ser como esas madres de la Parents and Teachers Association
que odian los escotes y presionaron para que se levantara de la
programación el dueto que cantó con Elmo para Plaza Sésamo. Es uno de
los rasgos distintivos de Perry. Casi todo lo que hace, dice, se pone, o
no se pone, suscita reacciones extremas. Y ella, desde los nueve años,
lo único que quiere es hacer su música.
Por Erik Hedegaard
Fuente:RollingStoneArgentina/Fotos:Terry Richardson
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