Sabina, con la explosiva vigencia de un clásico

Sin necesidad de apelar a novedades ni a efectos especiales, Joaquín Sabina colmó de canciones y devoción el porteño estadio Luna Park en el primero de los 10 recitales previstos en un ámbito convertido en verdadera subsede de esta gira sudamericana de "El penúltimo tren".


Este nuevo tour que, según confió días atrás en una entrevista con Télam, fue motivado por "una demanda para que volviéramos que no hemos querido ni podido eludir", el cantautor español no precisó modificar el espíritu de sus últimas presentaciones de 2010 cuando vino a acompañar el lanzamiento de su más reciente álbum "Vinagre y rosas".

De hecho, apenas "Tiramisú de limón", que fue el hit de aquella placa, estuvo incluido en el generoso repertorio que se extendió por tres horas y que mantuvo en vilo a un público que lo adora y que vibra con cada una de las historias propuestas.

En tiempos donde imperan las baladas ruines, los rockeros de "reality" show y los folcloristas de culebrón, que las obras complejas, picantes y poderosas de Sabina despierten semejantes adhesiones, parece ser una buena noticia.

Desde las 21.10 y en un recinto donde no cabía un alfiler, el creador de recientes 62 años empezó reinando a partir de una apertura que reunió a "Contigo", "Virgen de la amargura", "Aves de paso", "Peor para el sol" y "Dieguitos y Mafaldas".

"No soy de tener sueños de gloria ni grandiosos, pero si los hubiera tenido hubiera elegido cantar en el Luna Park", piropeó a la muchedumbre.

Con mayoría de piezas transitadas que, de todos modos, se esforzó por defender en escena sin ceder a la tentación del coro eufórico y desbordado de la multitud, el artista urdió otra velada donde el disfrute no anuló el pensamiento ni la toma de posición.

"A mí no me gustan las cuestiones nucleares ni que Kaddafi bombardee a su gente, pero menos me gusta que un consorcio internacional mate a la gente de Kaddafi", comentó ligando la realidad con la irrenunciable postura de un tipo de izquierdas.

Y enseguida y a tono con esta fecha dolorosa para esta tierra que lo ama, recordó que "ya han pasado 35 años desde que esos hijos de puta tomaran el poder en la Argentina" e, inevitable y saludablemente entonó ese himno de amores y exilios que es "Con la frente marchita".

Un par de cambios de sacos antes de un explosivo final elegante en el que apeló al frac y al bombín, fueron todo el aditamento que acompañó a un menú donde tampoco faltaron gemas como "Medías negras", "19 días y 500 noches", "Peces de ciudad", "El caso de la rubia platino" y "Eclipse de mar", entre otras.

Ante un público que tuvo las butacas de adorno y que siempre que pudo rompió filas para acercarse al tablado y así testimoniar un afecto irrefrenable, el cierre pretendió ser brioso y contundente.

"Nos sobran los motivos", "Tan joven y tan viejo", "Noches de boda", "La del pirata cojo" y "Pastillas para no soñar" sonaron encendidas para llegar a la medianoche de un miércoles agitado en el que Joaquín volvió a disfrutar de ser uno de los nuestros.

La serie de estaciones sudamericanas para "El penúltimo tren", volverá a estar mañana en el Luna, para después llegar al Metropolitano de Rosario (el 26), ir al Estadio Charrúa de Montevideo (el 29) y rematar marzo, el 31 en el Orfeo Superdomo cordobés.

Ya en abril regresará a Buenos Aires para actuar los días 2, 3, 6, 7, 8, 9 y 13, luego pasará el 17 por el Yacht Golf Club de Asunción y se despedirá el 19 con un último Luna Park agregado a pedido del público.
Por Sergio Arboleya.

Fuente: Télam.
Foto: Archivo Télam.

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