El marketing loser

Seducidas y abandonadas: el club de las perdedoras. Pasean su despecho por la tele. Revelan miserias íntimas y escrachan a sus ex. El negocio del romance interruptus. 


"Me decepcionó como hombre". Frase reiterada si las hubo durante estos últimos días, y ya a esta altura sería más que complicado reconocer a la autora de la discursividad. La pregunta sería: ¿corresponde la división de géneros en los asuntos de la decepción? Así parece ser en el mundo de las señoritas que gustan de declamar sus pérdidas por tevé.

Las muchachas amantes de la decepción parecieran pertenecer a la cofradía de la belleza imbuida de rotundeces in extremis, y Luciana Salazar resulta su reina absoluta. El país de la mediatización fue mantenido en vilo por los dimes y diretes de Luli y Martín Redrado alias Mr. Big (en alusión al personaje de Sex & the City, la serie más idolatrada de la tilinguería argentina), primero vía Twitter y luego con carta abierta y presencia concreta. Ante las acusaciones de “me mintió a mí y a todos los argentinos”, “perverso” e “imbécil en lo emocional”, entre tantos brulotes más, la diminuta celebridad se sentó con Roberto Pettinato y Jorge Rial para terminar de demostrar su hipótesis: que la rubia entregó todo para sólo ser tirada a la alcantarilla por el sujeto, a raíz de las presiones periodísticas. Sin el más mínimo titubeo, Salazar hundió la intentona política del Big rubio. Con voz quebrada y humedad en los ojos, la chica partió rumbo a Miami a descansar y a recuperar los ocho kilos que perdió luego del sacudón del desamor.

Sin embargo, estas chicas saben lo que hacen como ninguna. El mercado de la exuberancia blonda tiene sus pliegues y ellas tienen el talento para desmenuzarlos a riesgo de entregar la vida. Antes de subir la escalera al cielo en Ezeiza, Salazar se agenciaba una aparición rimbombante en el pseudo film que ostenta a John Cusack, y un contrato para hacer una participación especial en Un año para recordar, tira diaria de Telefé en el prime time.

Pero en el intercambio de cuerpo por emocionalidad, nadie sale intacto. La psicóloga y escritora Beatriz Goldberg, autora del libro Cómo vivir en plenitud a través de la autoestima, reafirma la falta de lugar real de estas jóvenes dentro del campo televisivo. “Si hay algo que no tienen estas chicas es una autoestima muy elevada. A través de la pérdida y en televisión, intentan rectificar una identidad que no tienen del todo construida. En el caso de Luciana Salazar, nos hace creer que es segura. Pero una persona que tiene una cantidad interminable de cirugías estéticas, demuestra que no es así. Por otro lado, llamar a Redrado Mr. Big lo hace quedar a él como grande, y ella como una chiquita. Otra vez la autoestima baja”.

El nuevo culebrón cuasi trágico fue y es el de Mariana Diarco y su denuncia de abandono y ausencia caballeresca. Con lentejuelas y calzas pintadas sobre la piel, la divina veinteañera alumbró su desmantelada figura cuando ventiló que se iba con Andrés Calamaro a Madrid y que el rocker le confirmaba esta vez un amor que venía desde hacía seis años, cuando la neovedette tenía tan sólo dulces 16. El Salmón se arrepintió del tour de siliconas y retomó su matrimonio con la actriz Julieta Cardinali. Mas no contaba con la boca abierta de Diarco. La chica dio el puntapié inicial con Alejandro Fantino en el trasnochado Animales Sueltos y allí arremetió contra el amor de su vida. Lo acusó, y otra vez, de ser poco caballero y de no estar a la altura de las circunstancias. ¿De cuántos metros estará hablando la bomba sexy? Al día siguiente y ya mejor ataviada, recaló en el programa de cable del chimentero Carlos Monti. Allí fue gritoneada por los panelistas, y ella, con llanto explícito, no se dejó amedrentar y anunció que había estado embarazada de Calamaro, y que él la había mandado al médico con un asistente. Embarazo fallido. Rebotó de programa en programa como nunca –jamás tuvo tantos segundos de aire– y no sería raro que consiguiera un lugar en Bailando por un sueño. Poner en juego la propia dignidad en base a la denuncia símil feminista, no resulta un riesgo para estas damiselas. “A través del abandono buscan complicidad y confirmación de un público posible. En definitiva, estos casos esconden una personalidad naïve”, agregó Goldberg.

Ellas no son nuevas en estas puestas en escena. Del clan junior, quien batiera el parche como ninguna es la ahora establecida Amalia Granata. Con el agregado de baby Uma, la conductora de Zapping diurno se sentó en todos los livings habidos y por haber, y dio móviles hasta cansarse haciendo el relato del marido infiel –el futbolista Christian “Ogro” Fabbiani– con abuso y violencia de por medio. Granata logró mutar su perfil de chica ruidosa y devino en mujer que lucha por su hija, con contratos y lugares de privilegio; además de lograr la consolidación de una pareja junto a un señor ajeno a la mediatización tan cara a estas muchachas.

El club de las senior está conformado por el trío de ex sex symbols Susana Giménez, Moria Casán y Graciela Alfano, que han dado por contar sus deslices romántico-fogosos a medida que sucedían. La diva por antonomasia usó a Antonio Gasalla vestido de Mamá Cora en su programa, para defenestrar a sus compañeros de sábanas. Ahora elige conferencias de señoras y confiesa sus gustos sexuales y da clases de Kamasutra. La morocha argentina usó sus shows televisivos y los ajenos para desvincularse de sus mascotas devenidas en hombre. La ex chica de tapa Alfano expuso el abandono que sufriera de parte de Matías Alé, con vulnerabilidad incluida por vez primera. Eso sí, contra cheque mensual de cinco ceros entregado por Ideas del Sur.

Estas son las grandes ligas de las derrotadas en el ámbito amoroso. Pero también supimos conocer de las otras. La icónica Silvia Süller y su interminable raid en las pantallas por Silvio Soldán; y la devaluada Nazarena Vélez, cuando exponía su cara deformada por las lágrimas con el escudo humano conformado por sus hijos. Ya casi no tienen rédito los derrumbes de ambas. Durante un largo tiempo hicieron uso y abuso de sus penurias, y recibieron abultadas sumas por ello.

Habrá que sondear hasta dónde la psiquis comienza a resquebrajarse para transformarlas en muñecas rotas. En algunas, sólo basta con mirarlas y caer en la pena. Con las nuevas, aún rinde la hipnosis que generan transformándolas, por ahora, en encantadoras de serpientes.

Por Florencia Canale.

Fuente: Revista VEINTITRÉS.

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