La construcción del mundo sonoro de Liliana Herrero

Liliana Herrero exhibió anoche, en el primero de dos conciertos en el Boris Club de Jazz, su inquietante personalidad creadora al adelantar no sólo las canciones que conformarán su octavo álbum en solitario sino los modos desde donde construye su singular universo creativo.


Explicativa pero evitando la didáctica y temerosa aunque prescindiendo de toda red, la vocalista compartió con los jóvenes con quienes armó una flamante banda (que, dijo, se llamará Nueva) una singular experiencia que la audiencia disfrutó intensamente.

Martín Pantyrer en vientos, Mario Gusso en percusiones, Pedro Rossi en guitarra de siete cuerdas y coros, y Ariel Naón en contrabajo, sonaron a la altura de la circunstancia compartiendo la aventura propuesta sobre el escenario del reducto sito en Gorriti 5568 donde hoy a las 22 habrá segunda función.

El público que conoce y gusta del discurso estético de la intérprete que le dio nuevas resonancias a la canción popular, tuvo el extraño privilegio de apreciar cómo Herrero y sus compañeros se vinculan con cada obra a abordar.

"En la segunda parte de este recital quiero que se dispongan a escuchar el error y la alegría", avisó la intérprete haciendo equilibrio entre la audacia y la confesión.

La cocina del repertorio que se hará disco durante 2011 y que volverá a sumar a Ernesto Snajer en la producción, implicó un intenso goce basado en la calidad de las canciones, en el vuelo interpretativo y, además, en la posibilidad de apreciar de qué manera Liliana lleva esas obras hacia su propia órbita.

El estilo de esta entrerriana consigue que cada obra regale nuevos significados muchas veces ocultos o ignorados que constituyen todo un lenguaje que a pesar del nuevo peso alcanzado invitan a seguir buceando, a no quedarse con una versión definitiva, quieta, muerta.

Pero ese ejercicio, que podría ser solamente intelectual, adquiere en el cancionero de Herrero un brío artístico, una pasión puesta en acción, que anoche quedó expuesta de modo fascinante y sin ataduras.

El inédito recorrido comenzó con marcada presencia de temas uruguayos como "Nueva", de Hugo Fattoruso, que la llevó a exaltar "una pasión fiera y bella a la vez", "ABC", de Edú "Pitufo" Lombardo; y "Dulzura distante", de Fernando Cabrera.

Entre las novedades se incluyó la bella "Bagualerita", canción que le dedicó Luis Alberto Spinetta y que, aseguró, "me genera una emoción y un temor muy grande", la extraña "Se me va la voz", de Guillermo Klein; y el aire litoraleño de "Sueño de arena", de Carlos "Negro" Aguirre, con protagonismo de los platillos que ella, según mostró, preferiría que derive hacia los parches.

El gualambao "Antiguo Barracón", de Ramón Ayala; y la canción "Tu nombre y el mío", de Lisandro Aristimuño, cerraron las novedades de una velada que ayudó a dimensionar el íntimo ejercicio vital que después estalla en la garganta de Herrero.

Antes y después de esa revelación, Liliana y sus muchachos también regalaron sonidos, silencios y palabras que, no por más conocidos, impidieron la emoción.

La función comenzó al filo de las 22,30 con "La casa de al lado" (otra obra con la firma del montevideano Cabrera) y tres gemas surgidas de la guitarra de Juan Falú: "Zamba del arribeño", con letra de Néstor Soria, "Zonko querido", con texto de Pepe Núñez, y "Confesión del viento", que compuso con el poeta pampeano Roberto Yacomuzzi.

En ese tramo, además, se oyó la personalísima aproximación a la cueca "Si vas para Chile" y la magnífica zamba "La nostalgiosa", mientras que hacia el cierre convocó a Mariana Baraj para compartir a canto y percusión "Ay porque Dios me daría".
Por Sergio Arboleya.

Fuente: Télam.
Foto: Archivo.

Mirá y escuchá a Liliana Herrero haciendo "La casa de al lado" de Fernando Cabrera.  

 

Video: YouTube.

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