Cosquín Rock 2011: día tres

Ciro y Los Persas cerraron el festival en el que también se presentaron Almafuerte, Las pastillas del abuelo, No Te Va Gustar y más; crónica de toda la jornada 


CRÓNICA

Si tuviéramos que calificar el éxito de esta nueva edición de Cosquín Rock, teniendo en cuenta las variables básicas que se suelen considerarse la hora de juzgar un festival (convocatoria, efectividad del line-up, condiciones generales de clima, seguridad y accesos, por nombrar un par), la nota final se acercaría a la máxima. 

Porque el cambio de predio, la mudanza que volvió a aproximar el evento a su Cosquín natal, pudo realizarse sin inconvenientes groseros (quizás aún queden algunos detalles por ajustar con respecto a la facilidad del acceso, pero nada más), porque la incorporación de las actividades extra-musicales -esas que papá Palazzo quiso importar del Glastonbury británico- funcionó como plus, porque la grilla de los tres días fue tan variada como para atraer a todas las tribus y el escenario secundario por momentos tuvo tanta convocatoria como el principal. 

Porque más de 85 mil personas estuvieron ahí, lo que no es poco decir; y, lo mejor de todo, porque en 2011 se pudo cortar con el gualicho meteorológico: no llovió, tomá. 

Así, de la mejor manera posible, la undécima edición de Cosquín Rock tuvo su finale y chau, hasta la próxima.

Los encargados de la despedida fueron Ciro y Los Persas. 

Bueno, fue Ciro desde el principal, porque en el otro Ricardo Iorio hacía lo propio con su público (ver apartado) y en total sincronía. 

Sólo meses pasaron desde la edición y primera presentación de su debut solista pero Andrés Ciro, prestidigitador de gestos exagerados y hechizos de onomatopeya, es especialista en movilizar a las masas (ex)piojosas que, de todas maneras, ya se conocen las letras de pé a pá y ya esperan cada uno de los temas que hacen a Espejos con (casi) la misma ansiedad con la que reclaman los éxitos de Los Piojos. 

Turbante y la dupla imbatible "Antes y después" + "El viejo" de Pappo dieron inicio un show en el que el agite (de banderas, de manos, de cuerpo entero) se mantuvo con intensidad constante. 

Una baja de tensión, necesaria o, mejor, obligatoria, fue la que estuvo acompañada por la subida del bajista piojoso Micky Rodríguez al escenario: la mención a la reciente muerte de Tavo Kupinski. 

El homenaje, comparado con el que Germán Daffunchio ofreció dos días antes junto a Las Pelotas, se sintió frío, no desde el público sino desde el otro lado. 

"Quería dedicar este tema a la memoria de un compañero de muchos años", dijo Ciro; el tema fue "Todo pasa", con entonación conjunta y abrazo final, y no se habló más.

Aquel agite se sintió bien fuerte por primera vez con "Desde lejos no se ve": ese himno piojoso que es capaz de revivir el recuerdo de la difunta liturgia de todos los lunas, los atlantas, los huracanes y El River final. 

El ritual que ya nunca jamás (y ahora mucho menos, con la partida de Tavo) podrá volver a ser. 

Lo impiadoso de la inexorabilidad, sin embargo, no fue impedimento del disfrute y este cierre festivalero lo dejó bien clarito. 

Todos cantaron "Luz de marfil", poguearon a morir con "Ximenita" y dejaron su garganta en el "Oh, cuántas veces arranqué por tu amor" de "Genius". 

Y todos festejaron a los recién nacidos "Paso a paso" (con bajada de línea política: "Nos encaminamos hacia el sueño de la unión latinoamericana pero todos tenemos que hacernos cargo del cambio para tener el país que nos merecemos"), "Vas a bailar" o "Malambo para Luca", con solos finales del guitarrista Juan Abalos y el tecladista Chucky de Ípola. 

No es lo mismo, pero...

Antes, Las Pastillas del Abuelo confirmaron su creciente convocatoria con un número de remeras, trapos y coreos masivos sólo superado por la figura central. 

Con el sonido rioplatense que los caracteriza y esa poética barrial plasmada en aguafuertes rodeados de una mística conformada por elementos triviales, la banda liderada por Piti Fernández no escatimó éxitos ("Tantas escaleras", "Oportunistas", por ejemplo) y, captó la atención de los que no fueron precisamente convocados por su nombre uniendo, una vez más, "Enano" con "La parabellum del buen psicópata" de los Redondos.

Fiel a la impronta "mitad Mona Giménez, mitad Bruce Dickinson" que profesa su líder, Kapanga no pierde tiempo preguntándose qué vendría a ser rock y qué no: marca cuatro y avanza, mechando con el más saludable de los descaros riffs ásperos, punchi punchi cuartetero y muchas, muchas ganas de joder. 

Más allá del descubrimiento de que la Marcha Peronista y "Vení Raquel" pueden fusionarse en un efectivo mash up, y de los múltiples invitados (Pancho Chevez en "Fumar", nuestro compañero Dani Jiménez en "Ruta"), no hubo grandes innovaciones con respecto a su set estándar festivalero: el medley de mini covers estuvo (e incluyó "Ala delta", "Start Me Up", "The Final Countdown" y demás), los hitazos también ("El mono relojero", "Me mata", "Ramón", esta última con deseo de recuperación para Gustavo Cerati) y, lógicamente, el espíritu festivo tampoco se ausentó, logrando la hazaña de que los dueños de las remeras de Maiden que venían del Escenario 2 se contonearan con una sonrisa en los labios.

A No Te Va Gustar, en tanto, le juega en contra su asistencia casi perfecta al circuito festivalero argento a la hora de sorprender, especialmente porque el setlist no presenta cambios sustanciales y porque -afortunadamente- tienen la férrea costumbre de ensamblar como un relojito suizo toquen donde toquen. 

Como siempre, se lucen en su show los temas que se salen del eje reggae-ska, como "Cero a la izquierda", "Pensar" o la exquisita "Chau", con penetrante contrabajo eléctrico incluido. 

No obstante, "Clara" demuestra que la canción uruguaya les sienta de maravillas y, vale decirlo, algunas gemas jamaiquinas como "No hay dolor" y "Verte reír" también integran el conteo de triunfos.


METAL

Más allá del sello neo-barrial del tablado mainstrem, es justo decir que, por cantidad, esta tercera fecha del festival fue terreno metalero. 

Es decir: con un hangar exclusivamente dedicado al ascenso del género, más el segundo espacio copado de punta a punta por varios de los exponentes más emblemáticos del heavy local, queda claro que la noche supo ponerse pesada. Especialmente cuando comenzó a desfilar la diáspora de V8, primero representada por Horcas (que reclamó "¡para el año que viene tenemos que copar el escenario principal!") y luego por el metal espiritual de Logos (que, en cambio, agradeció a José Palazzo por el espacio que le da al metal, a diferencia de "la mafia miope que controla todo en Buenos Aires").

Y finalmente, lo que no podía faltar: el cierre a cargo de un Almafuerte que cada día se afianza más, demostrando estar a años luz del resto del heavy autóctono gracias a letras de una universalidad y una profundidad innegables aportadas por -quién más- Ricardo Iorio y a la versatilidad y la potencia que despliega esa usina conocida como Tano Marciello (jóvenes aprendices: chequeen el solo de "Sé vos" o el fraseo de "Toro y Pampa" y asimilen, que por ahí va la cosa). 

La agrupación puede caminar cansinamente como en la mencionada "Sé vos", puede trotar como en "1999" o puede galopar como en "La máquina de picar carne", pero elija el paso que elija, siempre terminará aplastando. 

Y eso que su polémico líder estuvo medido... salvo por la mención de cierto tatuaje genital y otros pequeños exabruptos.

Queda claro que, con un caudillo inspirado, el faro está erigido. 

La prole, por su parte, se muestra firme, hermanada y dispuesta. 

¿Estarán dadas las condiciones para un Wacken local, con un par de visitas de peso y un nutrido surtido de metal nacional y popular? 

A esta altura se hace justo y necesario.

Por Diego Mancusi y Yamila Trautman 

FOTOS



Fotos: Santiago Filipuzzi.

Fuente: Revista Rolling Stone de Argentina. 
Fotos: Archivo RS. 

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